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Memorando para un Alcalde electo

¿Ganó la elección para ser Presidente municipal?, lo políticamente correcto sería felicitarlo, pero es muy probable que cuando baje de ese limbo de ser “Alcalde electo”,  sus festejos abran paso a la estupefacción, acaba de sacarse la rifa del tigre.

El error primigenio del Alcalde es abandonar su campaña de comunicación una vez terminado el periodo electoral.

El error primigenio del Alcalde es abandonar su campaña de comunicación una vez terminado el periodo electoral.

En unos meses será el próximo responsable de la seguridad, los servicios públicos y buena parte de la obra pública del gobierno. Cuenta sólo con la confianza de un pequeño fragmento de la sociedad que decidió votar por usted, que además no apoya todos sus planes, e irá retirándole su fe de manera casi inevitable en los meses siguientes. Si suponemos que se trata de una persona sensata, este es el momento en que cae en cuenta de la enorme envergadura del reto.

La denominada “luna de miel” del Alcalde electo es inversamente proporcional a las expectativas generadas en campaña, entre más promesas, propuestas, proyectos, y buenas intenciones haya expresado en campaña, será más difícil mantener la opinión favorable de la gente. La aprobación de una autoridad ejecutiva en el primer año de funciones tiende a bajar casi inequívocamente.

Al ser el titular de gobierno que la población siente más cercano, usted se convertirá rápidamente en el villano preferido, aun por responsabilidades fuera de sus atribuciones, se volverá el costal que reciba los golpes constantes por la inmensa mayoría de los problemas usuales de su ciudad.

Para complicar aún más el asunto, la cantidad de funciones y demandas de la administración le obligan a delegar las tareas, en manos de funcionarios que deberán actuar con autonomía, sin supervisión, muchas veces sin reunir el perfil necesario en pos de cumplir con los acuerdos políticos y la consolidación de los grupos bajo su liderazgo.

El Alcalde primerizo, raras veces acostumbrado a manejar grandes organizaciones, se debe de responsabilizar súbitamente del trabajo de una plantilla de miles de funcionarios, burócratas y de un presupuesto limitado, pero siempre millonario, del que todos quieren echar mano. La receta para el desastre está puesta para que usted ponga manos a la obra.

Pocos candidatos piensan antes de las elecciones en lo artificial de la función del Alcalde, visualice que la proporción de funciones bajo su tutela será humanamente inabarcable, imposible de fiscalizar personalmente de manera efectiva. Desde el asiento de la máquina que conducirá, tendrá más puntos ciegos de los que podría imaginar y el camino adelante está nublado entre lo urgente, lo importante y su visión de futuro.

Deberá tomar muchas decisiones vitales con la poca información con la que cuenta en el momento, y aunque se supone que comanda, buena parte del tiempo trabajará únicamente con la esperanza de que las cosas se hagan, pues no tendrá tiempo de darle seguimiento a todas estas tareas.

Ser presidente  municipal, en buena medida, es ser meramente la fachada de una abultada maquinaria. Pronto lo demandante de sus responsabilidades le aislarán tanto de aliados como de contrincantes, se verá en la imposibilidad de conciliar intereses incompatibles, grupos sociales que quieren exactamente lo que otros rechazan, y deberá decidirse por un camino u otro. Si hacer campaña es un ejercicio para ganarse amigos, hacer gobierno es aprender a perderlos.

La campaña tras la campaña

Al llegar a esta responsabilidad debe haber aprendido que lo relevante para su supervivencia no es lo que pasa realmente en la comunidad, lo importante es lo aparente, lo que percibe la opinión pública como “real”. Su guerra no está en el trabajo administrativo, sus armas no son una pila de oficios con una larga línea para suscribir al calce, sus instrumentos en la lucha por la aprobación ciudadana están en la comunicación política, su terreno de batalla son los medios masivos y los canales que construya para llegar a los gobernados. No se trata de la verdad, se trata de la percepción.

El error primigenio del Alcalde es abandonar su campaña de comunicación una vez terminado el periodo electoral, el silencio que le sigue a esos esfuerzos para vincularse con la ciudadanía generan una desconfianza creciente, se termina la seducción, el enamoramiento político,  y da la impresión de que comienza un matrimonio de golpes y decepciones.

¿Soñó con hacer verdaderamente un gobierno eficiente? No seré yo quien destruya sus aspiraciones, es más, supongamos que realmente lo logra, que tiene el equipo, los recursos, y la inteligencia necesarias para llevarlo a cabo, en términos de realpolitik, ésto es irrelevante. Que su gobierno sea históricamente el mejor que haya tenido la ciudad no significa que sus habitantes lo vaya a calificar de ese modo. La única alternativa para “vender” el gobierno es a través de una estrategia de comunicación efectiva, pero contrario al periodo de campaña, en una administración municipal hay múltiples interlocutores de parte del gobierno, lograr un mensaje unificado es una pretensión casi irrealizable.

Mientras en la campaña era sencillo despedir a quienes cometían errores estratégicos o de comunicación, esto no es tan simple una vez en funciones, tanto por las limitaciones del poder real del Alcalde para sacudirse a miembros de las cuotas de grupos, como por la sensación de descontrol que se emitiría hacia fuera con enroques sucesivos.

Más allá de la incompetencia o la negligencia en la que pudieran caer los diferentes directores de área, regidores del partido y otros funcionarios en su relación con la prensa y la ciudadanía, muchos de ellos tienen su propia agenda, sus interés políticos particulares que suelen lesionar o restar a la imagen del nuevo gobierno.

El palacio municipal se transformará en el tablero donde nuevos jugadores tratan de someterse unos a otros, de alcanzar objetivos personales, que en el mejor de los casos menosprecian la prioridad de que la administración municipal sea evaluada positivamente en su conjunto, y de que sus logros sean capitalizados por un presidente municipal que pinte para retos mayores una vez terminado el trienio.

Sin la posibilidad de controlar la comunicación de la administración municipal de manera global a través de un mensaje homogéneo, pronto tendrá una clara sensación de que las riendas para encauzar la imagen del Ayuntamiento no están en sus manos, la falta de consistencia entre lo que usted dice y sus subordinados hacen y declaran provocará que su reputación como político diste de estar plenamente bajo su control.

La tormenta perfecta

En los meses entre la victoria electoral y el relevo administrativo, los funcionarios salientes, liberados de la responsabilidad de cuidar las formas y esquivar los golpes de la prensa, ahora podrán descuidar sus responsabilidades y preocuparse estrictamente de su futuro, o aún peor, incurrir en prácticas antiéticas y nocivas para el próximo ocupante del edificio si no están en el nuevo equipo. Al tratarse de un gobierno de alternancia, la perspectiva es aún menos halagüeña, arcas vacías, desorden burocrático, y desconexión entre planes de gobierno consumirán largos meses antes de lograr una estabilidad gubernamental.

Pero no entremos en pánico, no será usted el primer Alcalde enfrentándose a la tormenta perfecta, organice el relevo y el arranque de su gobierno, entre más rápido eche a andar la maquinaria y pase menos tiempo aceitándola, mejor. Lo primero puede sonar obvio, pero colocar secretarios y directores que reúnan el perfil necesario, que sepan de su función y tengan capacidad de liderazgo es clave, no sólo para el buen gobierno, sino que le permitirán desprenderse más pronto de la aprehensión natural de un Alcalde primerizo y desechar el vicio de controlarlo todo, evítelo, es imposible, debe darle independencia a sus colaboradores para la toma de decisiones, decida hasta qué nivel.

Después de que la selección de las cabezas de su organigrama estén establecidas, ahora podrá concentrarse en el plan de comunicación, si sus asesores de comunicación le hicieron una mala campaña (es decir, si durante ésta perdió los quince puntos de ventaja con los que comenzó y estuvo a punto de probar la derrota) piense dos veces antes de seguir por ese camino. De inicio establezca tres grandes obras o programas que serán la bandera de su gobierno, si no son muy ambiciosas haga parecer que lo son, si no son tan importantes como quisiera hágalas ver como vitales.

Elegir un slogan, los temas claves de su administración, la identidad visual del Ayuntamiento, el plan de medios, las políticas de relaciones públicas y de prensa, como el resto de los efectos informativos deben contenerse en una estrategia de comunicación para transmitir a los principales responsables del Municipio. Y más importante aún, esos eventuales voceros deben ser entrenados para evitar los errores garrafales que comúnmente se pueden ver en los medios, y que alejan a la audiencia de su mensaje.

En los primeros meses de la nueva administración es clave mostrar un rumbo con acciones claras, un enfoque usual es el de la estrategia de los primeros cien días, una serie de muestras de la labor del munícipe, centrada en una campaña publicitaria y que se remata con un pequeño informe de logros alcanzados.  Aunque es una estrategia hasta cierto punto artificial y usualmente de bajo impacto en la realidad local, extiende la longitud de la declinante curva de aprobación del nuevo Alcalde.

Mantener las expectativas de los ciudadanos durante los primeros meses es una estrategia imprescindible, no sólo para la capitalización política del Alcalde y su partido, sino porque es un modo de contener presiones administrativas propias de un trienio que comienza. Regularmente los recursos públicos de los municipios de nueva administración, sobre todo en los caso de alternancia, suelen entrar a las arcas a cuenta gotas, partidas estatales y federales con complejos regímenes de operación, criterios de discrecionalidad burocrática para cobrar facturas política a través de retardos innecesarios, o etiquetado bajo planes de ejecución y presupuesto ajenos al Alcalde.

Si no configura una estrategia de comunicación social  para construir una imagen, o contrarrestar a los medios críticos, hágalo para sostener un mínimo nivel de confianza entre la ciudadanía que posiblemente no vea ningún cambio significativo en su gobierno.

Saber ganar

Sea pródigo con los derrotados, ya hay suficientes personas deseando que fracase, muestre piedad con aquellos que aplastó políticamente en el camino, adopte propuestas viables de sus antagonistas, acérquese con aquellos que descarriló en sus intenciones de acceder al poder, reúnase con los periodistas que quisieron destruirlo desde los medios para forzar un convenio irrealizable, olvide públicamente las afrentas, pero anote los nombres de los que se las realizaron, y explote su debilidad de marginados políticos.

Con su constancia de mayoría en la mano tome un descanso para reflexionar: usted fue electo por una minoría de ciudadanos, la mayor parte de sus gobernados no tuvieron la menor confianza en usted para acercarse a las urnas y para emitir un sufragio en su favor. La humildad para reconocer lo poco que logró mover la conciencia de la gente es su mejor instrumento para mantener en claro los esfuerzos que necesita llevar a cabo en su misión de aglomerar a la comunidad en torno al proyecto que representa para la ciudad. De poco sirve ser un buen funcionario público si no se forma una buena imagen pública.

Si quiere preservar el apoyo de los que lo votaron, y de esa mayoría que no está con usted, pregúntese qué quiere lograr en el gobierno, sin responderse eso no podrá explicar por qué los ciudadanos deberían respaldarlo, no podrá estructurar un mensaje lógico, y su equipo navegará en todas direcciones. Comprenda un hecho irremediable de obtener el poder por la vía democrática: eso que lo llevó ahí no es lo que lo mantendrá en su sitio.

*Publicado originalmente en Todo Es Política, agosto 2013.

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