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Culiacán: Crisis sobre crisis

por | Oct 18, 2019

Hay pocas certezas de lo que ocurrirá cuando se ocupa un gobierno, pero una inevitable es la crisis.
 
Esta puede tener mil formas, esencialmente definidas por la posibilidad de un daño sustantivo a la imagen y la aprobación de un gobierno.
 
Ayer en Culiacán el Gobierno Federal tuvo la primera crisis verdadera en lo que va de la administración, y el manejo comunicacional de la misma fue pésimo.
 
Más allá de los errores de órden militar, logístico y táctico que resultaron en la liberación extra judicial de un capo, el control de daños a nivel comunicacional fue prácticamente nulo.
 
En el control de la percepción de la ciudadanía no importa el rendimiento objetivo del gobierno, es decir, lo resultados son secundarios, la misión de la comunicación política es enfrentar la realidad y modificarla, vender logros con el mayor rendimiento posible, y reducir perjuicios frente a situaciones de crisis.
 
Para enfrentar una situación de crisis hay criterios centrales que deben seguirse para evitar efectos nocivos, o limitar su impacto, ignorarlos convierte una crisis en un desastre político.
 
 

1. Empatiza

 
Al momento de salir a responder la prioridad es controlar el contexto emocional en torno al asunto. La sociedad puede estar enojada, preocupada, indignada, el ánimo colectivo es medular al estructurar un posicionamiento público.
 
Al tiempo que se cuida el tono, la empatía hacia los afectados debe tomar la forma de apoyo inmediato, la restitución de los daños, hasta una disculpa en los casos menores.

 

2. Agota el tema, rápido.

 
Ante una crisis lo prioridad estratégica es sacarla de los medios de manera inmediata, para ello es esencial ofrecer toda la información pertinente a la opinión pública, tan pronto como sea posible.
 
Generar vacíos de información permite la especulación, las teoría de la conspiración, el crecimiento del escándalo, y en ciertos casos pánico.
 

3. Ofrece soluciones

 
La tranquilidad de la comunidad sólo puede alcanzarse en la medida de que se establecen medidas para darle solución total al caso, y sobre todo evitar que ocurra nuevamente.
 
En el Caso Culiacán, ninguno de estos aspectos fueron vigilados.
 
Durante prácticamente todo el día, cuando el operativo para la aprehensión de Ovidio Guzmán se salió claramente de control, convirtiendo la ciudad de Culiacán en un campo de batalla, el gobierno no salió en ningún momento a explicar la situación, a señalar lo que estaba haciendo para controlarla, ni difundió medida alguna para dar tranquilidad a una población atrincherada.
 
En este lapso apareció en redes sociales una oleada de informaciones contradictorias, filtraciones, fake news, y video alarmantes del caos en la ciudad.
 
La negativa de López Obrador para declarar a lo largo de todo el día, hizo crecer la desconfianza y el malestar por el actuar del gobierno federal.
 
Por la noche el Gabinete de Seguridad apareció en un video de infame calidad, para dar una versión incompleta e inverosímil de los hechos, que le dió a los medios los primeros indicios de la liberación del capo.
 
La conferencia mañanera del Presidente, evitando el tema, y contradiciendo la versión del Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, termina de configurar uno de los casos más paradigmáticos de un manejo deficiente de crisis.
 
El gran colmo de esta situación se dió en el momento en que el abogado de el Chapo Guzmán y su familia, organiza una rueda de prensa para agradecer el trato al hijo del gran jefe del Cartel de Sinaloa,  atacar a los enemigos del Presidente. Con esto queda perfectamente fijada en la conciencia colectiva la narrativa de la claudicación del Estado frente al crimen organizado, y evidencia la deficiente operación político – comunicacional en la administración federal.
 
La debilidad de la oposición, y su falta de autoridad moral para criticar a López Obrador, no lograron hacerle mella durante los primeros 10 meses de gobierno. Tuvo que ser el propio gobierno, y sus errores en el manejo de su comunicación para observar un verdadero golpe a la 4T, que sólo podrá solventarse con un contra ataque mediático de la misma envergadura de la pifia de este jueves.
 
El político más popular del país deja una costosa lección sobre las consecuencias de ignorar la buena comunicación política en momentos límite. 
 
 
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